Gracias por las golondrinas, por su
presencia,
por
su ausencia, por su constancia
en
volver, por su alegría, por su puntualidad,
por
su cuidado y por su delicadeza,
por
las puntadas con que repasan las telas de mi corazón,
por
su saludo matinal, por aceptarme
en
el paisaje, por incluir mi imagen en las coordenadas
del
camino de regreso. Gracias una por una
y
en su pluralidad, gracias por su lenguaje
complejo,
por su elegante frac,
por
su sencillez desarmante, por su genio,
por
su belleza, por la claridad
del
impulso y por la oscuridad que siempre rompen
de
un plumazo.
Eduardo Fraile
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