Quizá recordaremos este tiempo
como un paréntesis en la realidad, una ruptura del curso natural de las cosas,
no sé, si nos es concedida dicha opción y podemos mirar dentro de ese
paréntesis con perspectiva y distancia (y desapego, por tanto), quizá
comprendamos por qué o para qué se produjo ese intervalo, esa omisión de las
leyes de la Naturaleza, esa duplicidad…
Quienes hayan leído 1Q84, de Haruki Murakami,
intuirán de qué les hablo. Ese período de realidad paralela que se simboliza en
su libro con la aparición de dos lunas. Todo parece seguir igual, nada ―aparentemente―
ha cambiado, pero en el cielo hay dos lunas iguales vigilando la noche. Y los
acontecimientos ―aparentemente insignificantes también― empiezan a sucederse
con precisión y hermosura y tenacidad de sinfonía, o de teorema, o…
A los lectores de Murakami no les habrá pasado
desapercibido que de un tiempo a esta parte (a esta parte de la civilización
occidental) haya dos lunas blancas en la ciudad del Vaticano, dos papas en
Roma, coexistentes, cohabitantes, contemporáneos… Y a sus lectores en español,
que en España nos ocurra, por primera vez desde que fuimos un imperio donde no
se ponía el sol, amanecer con dos reyes…
Quizá hemos de encontrar a esa persona que será el amor
de nuestra vida, quizá bajar al Hades, como Orfeo, a rescatarla de la Muerte,
quién sabe, pero seguro que hay un acto mínimo y fundamental que habrá de ser
cumplido por cada uno de nosotros para que el Universo engrane en sus goznes
otra vez, y el mundo de las posibilidades infinitas se siga sucediendo…
Eduardo Fraile
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