Pequeña, grande, la más alta de
todas, más alta que la Luna lunera, cascabelera. Creces en mi recuerdo hasta
atravesar el tiempo y el espacio. Creces en mí, me haces pequeño a medida que
creces. Me llevas a mi infancia en Madrid, a la calle San Telesforo y al Liceo
San Fernando. A la montaña de hierba y a la montaña de arena. Y entonces tú
también te haces niña y jugamos a lanzar aviones desde la cima de la montaña
verde, y nos dejamos resbalar por la montaña amarilla sentados en una caja de
cartón.
***
En todos los planetas estás tú. En
todas las estrellas. Regando tu flor y sacando agua de mi pozo. Recorrer el
cosmos buscándote no es una opción. No tenemos naves espaciales para
encontrarnos. Sólo para huir.
***
Me acuerdo mucho de tu cuerpo.
Podría hacerse un vaciado, un negativo en mí. Ese hueco que ha quedado impreso
en el espacio/tiempo que soy, eres tú. Y tu tacto. Por mucho que haya intentado
recuperar un eco, un atisbo de tu piel acariciando otros cuerpos… Por mucho que
haya tocado otros cielos y otras nubes fugitivas… Por mucho que te haya llamado
en otras puertas estelares… Por mucho que haya querido engañarme aplacando mi
sed en otras aguas…
***
Ella fue lo mejor de mí, y lo
seguiría siendo en el futuro, ese futuro sin ella pero con ella, ese yo
distinto y nuevo hecho con lo mejor de los dos.
Eduardo Fraile
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