sábado, 11 de enero de 2020

Nevers (Epílogo/2)


  Pequeña, grande, la más alta de todas, más alta que la Luna lunera, cascabelera. Creces en mi recuerdo hasta atravesar el tiempo y el espacio. Creces en mí, me haces pequeño a medida que creces. Me llevas a mi infancia en Madrid, a la calle San Telesforo y al Liceo San Fernando. A la montaña de hierba y a la montaña de arena. Y entonces tú también te haces niña y jugamos a lanzar aviones desde la cima de la montaña verde, y nos dejamos resbalar por la montaña amarilla sentados en una caja de cartón.
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  En todos los planetas estás tú. En todas las estrellas. Regando tu flor y sacando agua de mi pozo. Recorrer el cosmos buscándote no es una opción. No tenemos naves espaciales para encontrarnos. Sólo para huir.

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  Me acuerdo mucho de tu cuerpo. Podría hacerse un vaciado, un negativo en mí. Ese hueco que ha quedado impreso en el espacio/tiempo que soy, eres tú. Y tu tacto. Por mucho que haya intentado recuperar un eco, un atisbo de tu piel acariciando otros cuerpos… Por mucho que haya tocado otros cielos y otras nubes fugitivas… Por mucho que te haya llamado en otras puertas estelares… Por mucho que haya querido engañarme aplacando mi sed en otras aguas…

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  Ella fue lo mejor de mí, y lo seguiría siendo en el futuro, ese futuro sin ella pero con ella, ese yo distinto y nuevo hecho con lo mejor de los dos.

Eduardo Fraile

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