sábado, 5 de agosto de 2017

Aparvar

Para después de la siesta se dejaba la última faena
de la trilla, que era aparvar, esto es, amontonar en una parva
la paja y el grano ya trillados, ya convertidos en oro de retablo
de altar mayor. Luego esa parva se pasaría por la limpiadora
(o aventadora), que separaba los granos de trigo o de cebada
de su embalaje finísimo por medio de un sistema de cribas semovientes
y un ventilador que expelía la paja leve, venial.
¿Qué pesa más, un kilo de trigo o un kilo de paja?, nos preguntaban
y caíamos, o ya nos daba igual, y el abuelo Bernardino
o los tíos Salustiano y Emeterio nos corregían riéndose,
una y otra vez. Y una tarde tras otra
empujábamos el aparvador, que era una especie de tabla
como de 50 centímetros de alto y 4 o 5 metros
de largo, arrastrada por las caballerías.
Luego los tractores hicieron esta operación
menos emocionante. Los niños pesábamos sobre los trillos,
íbamos y veníamos del caño con botijos de agua fresca
para los hombres, y luego empujábamos el aparvador,
haciendo montones. Con posterioridad, de forma manual, con los garios
o garias se perfeccionaban esas parvas, lanzando muy arriba
la paja para que el tenue viento acabara de poner las cosas en su sitio.


Eduardo Fraile

No hay comentarios:

Publicar un comentario