sábado, 12 de septiembre de 2015

La quitalinderas



Nosotros no hemos dicho nunca ″excavadora″,
porque la primera excavadora que nos fue dado ver,
amarilla del todo, con algo de animal prehistórico,
fue la quitalinderas de Taxín, que se llamaría Tasio, Anastasio
(que significa el resucitado) o Atanasio (inmortal),
y la trajo el tío Salus para allanar las tierras
y que se pudieran cultivar bien con los tractores.
Ésa es toda la historia. Yo tenía 6 años
entonces, o sea que sería 1967 o por ahí
el año de la quitalinderas. Nuestro primo
Quique, si no lo fuera ya, se hizo el amo: por la noche,
aquellas noches grávidas del final del verano
que olían tanto a paja, a río donde croaban las ranas
y transitaban los cangrejos, íbamos a ver aquella máquina
quieta junto a su casa. Él llamaba a Taxín,
que estaría acabando de cenar, y nos metíamos todos
dentro de la pala, cuyos dientes brillaban a la luna:
Tasio, Taxín, Anastasio, Atanasio,
de nombre griego como los personajes de la Ilíada:
el conductor de la quitalinderas.
                                                 Y salía
enseguida, masticando aún, para ponerla en marcha
y subirnos en el cazo hasta arriba. No ha habido una noria
o un carrusel, ni las montañas rusas
modernas, que nos llenara de entusiasmo
(que significa tener un dios dentro de sí), de emoción semejante
a la que sentíamos allí, tocando los tejados,
extendiendo nuestras manos de niños hacia las estrellas.

Eduardo Fraile

No hay comentarios:

Publicar un comentario