«Scala es la palabra, Castillejo la
letra», así comienza una conversación entre dos cumbres de la poesía visual
española. Las cordilleras se comunican por las cumbres, decía Heidegger,
o era Adorno, quizá, y ya sólo esta imagen, casi una greguería de Gómez de la
Serna, nos muestra qué elevación han conseguido comunicar al lenguaje José Luis
Castillejo (Sevilla, 1930) y Eduardo Scala (Madrid, 1945). Dos capitanes de
generación, diríamos si no supiéramos que el artista está solo. No hay mayor
soledad que la del creador. Las palabras son soledad...
La pasada semana se presentó en el
Museo Patio Herreriano uno de esos artefactos maravillosos que produce la
poesía experimental: una sonata a cuatro manos (8 textos, cuatro de cada uno),
en la que ambos se reconocen, se saludan, celebran que el Tiempo haya permitido
que por un instante se toquen sus trayectorias paralelas, y se dicen adiós. Es
decir, que se profesan y se confiesan mutua admiración. Sólo saben admirar los
admirables.
El libro de las íes (The book of
i’s, Londres, 1969) es el objeto más perturbador, desestabilizador y
subversivo de la literatura española. Me lo enseñó Francisco Pino (otra cumbre
nevada eternamente) en su casa del Pinar de Antequera. A Castillejo le conocí
hace unos años en su piso del Paseo de la Habana: alto y elegantísimo,
ex-embajador, la mayor parte del año residente en Houston.... Me llevó a verle
Alfonso López Gradolí (otra más: Quizá Brigitte Bardot venga a tomar una
copa esta noche). Alfonso me había advertido con anterioridad: ponte
zapatos.
Scala es un místico. Si Castillejo
es capaz de hacer un libro con una sola letra, Eduardo puede someter a una
palabra a todo tipo de torturas, troceamientos, retorcimientos y
descoyuntamientos. La última vez que le vi en Valladolid nos pilló una
granizada, hace justo hoy un año. O a lo mejor eran los ángeles traviesos, en
plena Acción, poniendo los puntos sobre las íes...
Eduardo
Fraile
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