Señorita, cervatillo, mirto,
hada, estas palabras
que tu padre no escribió para
ti las pronuncio yo ahora
recordándote. ¿Qué serás, qué
seremos,
qué cielo acogerá nuestra luz?
Mientras llegas,
mientras te vas
acercando, vuelvo a verte
de nuevo por primera vez: tan
parecida
a ti, e igual (¿pero cómo puede
ser imaginada
una belleza inimaginable?) a
como te creé, como creí
que serías…
Eduardo Fraile
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