Ahora que de repente tu voz
regresa de las profundidades
abisales del recuerdo y un
estremecimiento
me clava a la pared como una
mariposa de colores
en las colecciones de ciencias
naturales… Ahora
que te veo en uno de esos
programas de archivo de la televisión
con tu belleza intacta, en
blanco y negro, en sístoles
y diástoles, echando una
carrera sobre mi corazón.
Ahora que despiertas
en uno de mis sueños (en mi
sueño mejor, donde tú eras
la cifra exacta del deseo) y
han pasado de repente los siglos
o las edades, y las vidas quizá
de los que amamos
una vez… Ahora que vuelves
(aunque en verdad siempre
estuviste ahí sin yo saberlo
conscientemente)… Ahora que el espejo
me devuelve tu mirada franca e
inalcanzable,
seria y acariciadora como el
viento de un mar
que no figura en los mapas…
Ahora que te reconozco y sé
que te quise antes de saber
amar, antes incluso
de descubrir el abismo, la
Gracia,
la enajenación y el delirio del
amor…
Ahora
que tu voz se levanta desde el
centro del mundo
y es la llave enigmática, la
música
que pone alas a todo
y que nunca he dejado de oír
dentro de mi alma…
Ahora que me llamas y vuelvo a
ser el niño
que no sabría dónde ir
para encontrarte…
Eduardo Fraile
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