Le Carré
Su
mirada como el cielo de un poema
de
Bertolt Brecht sobre el que se posara un instante
la
nube blanca de sus cejas, no sé, leí sus libros
con
ansiedad, noches enteras
persiguiendo
a Ann Smiley por frases como calles
de
una ciudad que no era Londres, sino mi corazón.
Hoy
es un siglo nuevo y él pastorea su edad
(el
rebaño de ovejas como nubes
de
sus años sin ella) como un Dios compasivo
de
dulzura inquietante. Qué hacer
con
la redonda eternidad después de haber causado
(al
crear su belleza) semejante turbación
en
el Universo.
Quienes
hemos amado
(y
él es el primero) de verdad su
criatura de ficción,
es
decir, quienes hemos sido también sus personajes,
le
debemos una vida.
La
mejor
Eduardo Fraile
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