sábado, 18 de mayo de 2019

Mi pequeño dinosaurio II


      Mi pequeño dinosaurio. Te acabas de dormir. Haces un ruido como de descoyuntamiento cuando penetras en el sueño. Un clac. Como si se cerrara la puerta de esa estancia que ahora te contiene, de ese mundo distinto donde no sé si estaré o no estaré contigo. A lo mejor es aquella tu realidad real y cuando estás conmigo es el verdadero sueño ¿Qué haces allí? ¿Me echas de menos sin saberlo? Sé que te pierdo. Ese ruido, ese chasquido, es de ruptura, no de penetración suavísima en el inconsciente. ¡Clac! Una tecla y ya está (es decir, ya no estás aquí).

***
            Te veo dormir. Duermes para mí. Duermes en mí. Si te despiertas me tienes a tu lado. A veces yo me despierto y digo tu nombre, y te toco para saber si estás ahí. ¿Y si algún día no sucediera este milagro? Quiero que sepas que puedes ir de mi mano a ese mundo distinto del otro lado, como yo me aventuro de la tuya a pasar, a cruzar, a penetrar en el sueño.

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          ¿Estoy preparado para ti? ¿Cómo podría estarlo entonces, cómo podría estarlo ahora? Llegas, llegaste, llegarás, estás llegando siempre en el deseo. Y por mucho que te espere sin desfallecer, por mucho que te haya esperado todos estos años, tu venida no dejará de sorprenderme… ¿Te crea mi fe? ¿Existes fuera del amor que haces nacer en mí todos los días?

***
            Dinosaurito bonito, ¿cuántas púas de guitarra eléctrica tiene tu espina dorsal? Ya ves, ya no son teclas de piano, sino púas de carey o de ámbar o de nácar o de piedras preciosas talladas por la caricia del Universo. La música del tiempo suena cuando mis manos se deslizan por allí, como el viento original, como el aliento creador… Y cuando pasas, cuando caminas por el borde del mundo haces estremecerse a las estrellas.


Eduardo Fraile

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