Mi pequeño dinosaurio. Te acabas de
dormir. Haces un ruido como de descoyuntamiento cuando penetras en el sueño. Un
clac. Como si se cerrara la puerta de
esa estancia que ahora te contiene, de ese mundo distinto donde no sé si estaré
o no estaré contigo. A lo mejor es aquella tu realidad real y cuando estás
conmigo es el verdadero sueño ¿Qué haces allí? ¿Me echas de menos sin saberlo?
Sé que te pierdo. Ese ruido, ese chasquido, es de ruptura, no de penetración
suavísima en el inconsciente. ¡Clac! Una tecla y ya está (es decir, ya no estás
aquí).
***
Te veo dormir. Duermes para mí.
Duermes en mí. Si te despiertas me tienes a tu lado. A veces yo me despierto y
digo tu nombre, y te toco para saber si estás ahí. ¿Y si algún día no sucediera
este milagro? Quiero que sepas que puedes ir de mi mano a ese mundo distinto
del otro lado, como yo me aventuro de la tuya a pasar, a cruzar, a penetrar en
el sueño.
***
¿Estoy preparado para ti? ¿Cómo
podría estarlo entonces, cómo podría estarlo ahora? Llegas, llegaste, llegarás,
estás llegando siempre en el deseo. Y por mucho que te espere sin desfallecer,
por mucho que te haya esperado todos estos años, tu venida no dejará de
sorprenderme… ¿Te crea mi fe? ¿Existes fuera del amor que haces nacer en mí
todos los días?
***
Dinosaurito bonito, ¿cuántas púas de
guitarra eléctrica tiene tu espina dorsal? Ya ves, ya no son teclas de piano,
sino púas de carey o de ámbar o de nácar o de piedras preciosas talladas por la
caricia del Universo. La música del tiempo suena cuando mis manos se deslizan
por allí, como el viento original, como el aliento creador… Y cuando pasas,
cuando caminas por el borde del mundo haces estremecerse a las estrellas.
Eduardo Fraile
No hay comentarios:
Publicar un comentario