sábado, 1 de abril de 2017

La bienvenida

Ya están aquí, atareadas en la reconstrucción de los nidos,
idas y venidas al Hontanija por pizquitas de barro inaugural
(el mismo barro santo con el que hacían los adobes nuestros antepasados)
y delgadas hierbecillas con las que cimbran la armazón
en figura de copa. Aprendimos de su sencillez,
de su ingravidez, de su vuelo infinito,
y también de su canto incomprensible y de su desatinada
obcecación.
Cuando he salido al corral han venido enseguida,
con sus grititos de júbilo del verano anterior, dando pasadas sobre mi cabeza,
cada vez más juguetonas, cada vez más cercanas. Cierro
los ojos, extiendo lentamente los brazos
y se van posando sobre ellos. ¡Es la primera vez que lo consigo!
No pesan, noto sus patitas arañando las mangas
de la chaqueta de tweed. No tiran de mí, se van calmando, se van
acomodando… al tiempo que se acompasa el alboroto de mi corazón.
Y cuando ensayo inmiscuirme en sus dicharacheos
o responder a sus palabritinas de plata pura,
de bienvenida, de reencuentro y plenitud…
echan de nuevo a volar.


Eduardo Fraile 

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