─¿Sabes
que hubo un momento en que casi, no sé, pasé una crisis mística y pensé meterme
monja?
─¡He
aquí la esclava del Señor! Ya entiendo mejor tu sabiduría en el tema de las
Anunciaciones.
─Pues
sí. Por eso me fascina ese cuadro de Fray Angélico. He estado en Florencia a
ver el fresco en el convento de San Marcos. Es más grande que el cuadro del
Prado. Más misterioso. Pero ni rastro de la golondrina. Luego también hay otra
Anunciación distinta en una celda, también muy hermosa. Golondrina, sólo en la
nuestra.
─El misterio de la golondrina. Podría ser
un título para una nouvelle.
─Creí
sentir yo también una llamada. Menos mal que me esperé a que llegase mi señor.
─¿Yo?
─Tú,
sí. Esto. Para mí también ha sido como si me estuvieras destinado. A lo mejor
todos los enamorados piensan lo mismo.
─Y
si te hubieras hecho novicia, ¿a qué monjas hubieras ido?
─Ni
lo pensé. Sólo quería retirarme del mundo. Veía que mi cuerpo iba a causar
demasiados disturbios.
─Si
lo miras bien, estas semanas escondidos aquí son como una clausura. Y casi
podrías cantar con las Adoratrices…
─Canto
contigo, mi Señor. Canto para ti. Grito y aúllo y arrullo sólo para ti…
Eduardo Fraile
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