Me estiras hasta el límite, como un
arco de mimbre de las mimbreras del prado donde pastan los ciervos del Cantar
de los Cantares. Me pones en la torre de lanzamiento. Qué soy: el arco, la
flecha o el cohete, qué, el arma, el disparo o la bala. Qué soy, la velocidad o
la tensión, o el blanco o la puntería. Pero sólo funciona contigo. Sólo tú
sabes sacar de mí esta agua de vida que no creía poseer en mi pozo.
***
Si tú eres el arco y la flecha…
contra qué te disparo, hacia dónde te apunto, por qué te llevo a la máxima
tensión, con qué objetivo. ¿Te uso como medio, o eres tú el fin, o lo soy yo, o
lo somos los dos? Si se pudiera almacenar la energía que liberan tus orgasmos
podrías iluminar tú sola toda la ciudad. (Anotación
de Nevers)
***
Yo hasta ahora no sabía lo que era
la felicidad. Sí conocía el placer. Pero esto que me pasa contigo es distinto.
Incluso el placer extremo que ocasionas en mí se magnifica y multiplica y eleva
por una onda expansiva que viene de ti y de mí y de eso que somos juntos. ¿Era
esto el amor que hasta ahora no tuve? ¿O es otra cosa más allá?
***
Suena un poco pomposo, o cursi, pero
antes de conocerte yo no me conocía, y esto ahora lo sé gracias a ti, mi amor,
mi descubridor.
***
Mi señor, déjame entrar en tu
templo,
permite a tu esclava prosternarse a
tus pies.
Haz de mí lo que quieras. Mi vida es
para ti.
Mi cuerpo y mi alma son tuyos, úsalos
para lo que mejor puedan servirte.
Tómame.
***
Mi señor de la barba llena de
margaritas, llévame contigo a los prados donde saltan las gacelas. Aprenderé
con ellas a dar esos brincos de felicidad cuando te ven. Eso les basta.
***
¿Sabes
a qué sabes?
Sabes a cedro del Líbano,
sabes a subir una montaña
y respirar desde la cima, mientras
el corazón
se nos sale del pecho. Sabes a miel
de brezo y boj, a beso
firme y a manzanas en agraz.
Sabes a mí
después de haberte dado
tu merecido.
Eduardo Fraile
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