─Si yo fuese un edificio de
Valladolid, ¿Cuál sería?
─La torre de La Antigua. Eres la más
esbelta, delicada y deliciosa criatura. La Antigua es el Concorde del Románico.
La mandó hacer el conde Ansúrez, fundador de la ciudad, como regalo para su
chica, doña Eylo. Ya ves, entonces, por el año mil y pico de ave, los
enamorados no se andaban con chiquitas: que si unos pendientitos, que si una
pulserita de los puestos de los hippies…
─Vale, me gusta. Tú serías… No sé,
chico, no te pareces a ningún edificio. ¿Y si yo fuese un parque?
─El Parque del Poniente.
─¡Anda, mira!
─Es misterioso y a la vez abierto.
Tiene estatuas y estanque, y en los columpios una chica me dijo una vez: Qué me miras, ¿acaso tengo monos en la cara?
─Pero bueno, eso no me lo habías
contado.
─Tenía 7 años, o a lo mejor 6,
cuando nos vinimos de Madrid. Había dos columpios que eran como una viga larga
con cabeza de caballo. Se podían subir 8 o 9 niños en hilera y funcionaba con
un movimiento de vaivén. Espera que te lo dibujo. Más o menos así. Los niños
nos agarrábamos a esas especies de T y algún mayor empujaba hacia delante y
hacia atrás.
─¿Y?
─Yo me quedé mirando a la chica que
empujaba. Sería la hermana mayor de alguno de los que estábamos subidos. Era
guapísima. Me quedé embobado.
─Ya conozco esa cara que pones
cuando ves la belleza.
─Y entonces se acerca a mí y me
suelta en voz alta, para que todos lo oigan y para avergonzarme: ¡Qué me miras! ¿Acaso tengo monos en la
cara?
─¡Qué fuerte! ¡Qué mala! Te pondrías
rojo como un tomate.
─Bien que lo sabes. Se me saltaban
las lágrimas. Cuando aquello paró, aquel movimiento horrible que hacía que me
diesen arcadas, me bajé y eché a correr.
─Vaya pécora. Seguro que se merecía
lo que le habrá pasado después. Nadie puede usar así su poder. Si no era
también guapa por dentro lo habrá pasado mal.
─Venga, ya pasó. Fue como si me
hubiesen dado un bofetón.
─¡Guapo! ¡Más que guapo! ¡Tú sí que
tienes monos en la cara y por aquí y por aquí. Y te los como todos, y te los
chupo y te los lamo y te los todo de todo.
Eduardo Fraile
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