El
año se divide en dos partes simétricas: los meses
de
las golondrinas y los meses del búho. De mitad de septiembre
a
mediados de marzo, es el reino del búho. Se diría
que
ambas especies fuesen incompatible, o que se repartieran
amistosamente
el espacio (o el tiempo, mejor dicho) en mi corral
de
Castrodeza. Durante el verano
le
echo de menos a él, e imagino dónde se refugia
del
calor. O quizá sólo sale a cazar en las horas de la noche…
Ya
por el mes de octubre, incluso en este otoño prolongadamente estival,
el
búho se instala en las ramas del almendro
y
me mira. Me observa. Me ve…
hasta
que le descubro disfrazado de corteza desprendiéndose
del
tronco, y entonces se echa a volar
discretamente.
Lo
excepcional, lo insólito, porque lo contemplo por primera vez,
es
que hoy ha levantado el vuelo
en
pareja.
Eduardo Fraile
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