Una de esas expresiones maravillosas
que leemos en el Quijote, y que pertenecen al acervo popular, como los
refranes, las sentencias, esa moneda fraccionaria del idioma, maravedís
brillantes por el uso en un momento dado y que luego quizá pierden vigencia, y
vigor, y lustre, y dejamos un día de saber qué querían decir con ella nuestros
antepasados… una de esas elocuentes frases hechas de la lengua es ésta: no
cocérsele el pan a alguien. ¿Pero qué significa?
─No
se le cocía el pan a Don Quijote, esperando noticias de su amada Dulcinea…
Evidentemente, entendemos lo que se quiere transmitir: impaciencia, deseo de
que se consuma ese lapso de tiempo que nos separa de algo que anhelamos. El que
espera desespera, estar en ascuas, vivo sin vivir en mí, etc., etc.
Y su vigencia plena habrá llegado
posiblemente hasta la mitad larga del siglo XX, y en nuestros pueblos, lugares y
aldeas quizá más, mientras durase el horno de leña del panadero, si no lo había
también en alguna de las casas particulares. No cocérsele el pan a uno, no
acabársenos de cocer el pan… Todavía recuerdo a los últimos panaderos de
Castrodeza, el señor Bienvenido y la señora Emiliana. Íbamos los niños a por el
pan, y muchas veces nos sentábamos en el escaño a que acabara de cocerse la
masa… Nuestra madre nos contaba cómo, de pequeña, ella traía la masa hecha de
casa en un carretillo de madera, cubierta con un paño blanco. Panes para toda
la semana, o lo que durasen, 20 o 25 panes que ella esperaba a que se
terminaran de cocer y luego llevaba crujientes, coruscantes, calentitos, cuesta
abajo, hasta la calle del Río.
La gran nasa de mimbre de la
despensa de la abuela Evarista, donde nos escondimos tantas veces (cabíamos de
pie), conservaba esa tanda de pan candeal lo que fuera necesario, mejor dicho,
lo que fuere menester.
Eduardo Fraile
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